El eco de Cobain, de Javier Hernández Velázquez

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El eco de Cobain
Javier Hernández Velázquez

El eco de Cobain, de Javier Hernández Velázquez

Colección NARRATIVA nº 154
ISBN: : 978-84-17433-81-9 • 228 páginas • PVP: 19,00 €

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INFORMACIÓN DEL LIBRO:

«Yo debería estar muerto». Jamal Jeber ha repetido esa afirmación cientos de veces tras el asesinato de sus padres. La inminencia de la muerte flota en el aire y fluye en su sangre. Su existencia tiene un valor menguante, desea reencontrar a su amada, pero en Canarias hay fuerzas malignas superiores a la suya. Los años 90 son el pasado de las guerras entre Goldfinger Palmer y el clan libanés en el sur de una isla hospitalaria con forma de pistola llamada Tenerife. Un puerto a donde arribó la comunidad libanesa con el alma de comerciantes en su ADN fenicio. Fue el éxodo de las guerras en su patria destruida por la guerra. El Líbano es un país roto. El miedo mantiene a sus hijos en la luz, pero con la espalda vuelta hacia el sol que no es más que un creador de sombras. Los vientos danzan sobre las copas de los cedros. Jamal ora en silencio. Ha pagado con ocho años en la cárcel. El recuerdo son los padres muertos, las frases de un poeta, un instante sin reposo ni esperanzas. Y el Atlántico escucha la plegaria de Jamal Jeber: Háblanos del crimen y del castigo… cuéntanos, pero desvélanos la verdad o al menos una verdad. Porque toda tu vida puede ser una mentira. No dispone de tiempo. Es injusto no poder soñar en un mañana en playas de arena clara y sintiendo la llamada del océano y la espuma de sus olas: Cuando el mar os llame seguidle, y cuando os hable creedle. El sonido brutal de los recuerdos no deja pensar, y por muy alto que pongas la música solo puedes oírte a ti mismo. Es el eco de la vida y de la muerte en la voz de Kurt Cobain. Es la nueva aventura del investigador Mat Fernández.


JAVIER HERNÁNDEZ VELÁZQUEZ

Javier Hernández Velázquez


(Santa Cruz de Tenerife, 1968). Para Hernández Velázquez el auténtico patrimonio de una sociedad es su memoria y así lo refleja en su obra. Posee una dilatada trayectoria como autor y en su biografía destacan títulos como El fondo de los charcos (finalista del Premio Benito Pérez Armas, 2009), Los heroicos artilleros Batería de Montaña de Tenerife en el Rif 1921-1922 (Premio de Investigación Histórica Antonio Rumeu de Armas, 2019), e Indivisa Manent (I Premio Adarve Negro 2021). En M.A.R. Editor ha publicado obras como Un camino a través del infierno (finalista y mención especial del LH Confi dencial), Los ojos del puente (IV Premio Internacional Wilkie Collins, 2014), Nunca bombardees Pearl Harbor, Baraka (VI Premio Novela Histórica Alexandre Dumas, 2019), De un país en llamas y Akasha, vencedora del III Premio Villiers de I´Isle Adam de Novela fantástica y de ciencia ficción. El eco de Cobain es la nueva novela de su personaje Mat Fernández


Entrevista a Javier Hernández Velázquez

“Tenerife se regía por la ley del silencio”

Javier Hernández Velázquez

P.- ¿Qué significa la ciudad de Santa Cruz en su literatura?
Respuesta.- La ciudad gravita como el personaje omnisciente en mis novelas. Intento ser capaz de hacer mitología sin caer en tontos folclorismos. Así que dejo que Mat Fernández hable por mí: “Soy de una ciudad con un paseo marítimo que mira al océano. Una ciudad donde todo tiene cierto matiz de fraude. Todos tenemos una relación de amor y odio con nuestra tierra. Son emociones que brotan cuando estás creciendo. Sus calles son estados de ánimo en los que me reconozco. Te contaré algo sobre esta ciudad: perdió su esperanza. Y percibo mi trabajo como un intento por recuperarla. Sus calles las pasean a diario buenos, malos, sabios, corruptos, bienaventurados. Da lo mismo. Es mi gente”.

P.- ¿De dónde surge la idea de escribir El eco de Cobain?
R.- El origen fue narrar la guerra del time sharing, la venta de pisos compartidos, que sucedió en los años 90 en el sur de la isla de Tenerife, especialmente en los municipios turísticos de Arona y Adeje. Con la estafa se creó un entramado financiero que llegó a acumular decenas de sociedades y cuentas corrientes que compraban terrenos para edificar complejos de apartamentos y centros comerciales. Pero, luego sucede el 7 de octubre. Hamas, el ejército israelí. La guerra en Gaza. Eso sucedía mientras escribía. Y fue un no parar. Lo más reciente fue previsible: los enfrentamientos en la frontera entre Israel y Líbano contra el Hezbolá. La invasión israelí del Líbano… La novela que estaba narrando cerraba el círculo. Y como la guerra no deja nunca de sorprender, las explosiones de dispositivos de comunicación portátiles. ¿Cómo va a terminar el relato y la historia? Todos sabemos que los conflictos son fáciles de iniciar y difíciles de terminar.

P.- ¿Qué queda hoy de aquella época de guerra en el sur de la isla origen de la historia?
R.-Entonces, en el sur de Tenerife nadie hacía preguntas. La gente no veía nada y recordaba menos aún. Tenerife se regía por la ley del silencio, nada sucedería más allá de los túneles del municipio de Güímar. John Palmer, Goldfinger, el capo del negocio, hizo fortuna. Tenía un jet privado, dos helicópteros y un yate que atracaba en el muelle frente al Cabildo Insular. Extendió su negocio al lavado de dinero, la extorsión y la protección a cambio del pago de un canon. Supongo que se ha impuesto el gatopardismo de Lampedusa: Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.

P.-¿Hay algún otro trasfondo?
R.- En la historia hay una idea muy Alejandro Dumas. Autores como Dumas o Emilio Salgari marcaron mis lecturas de niño a adolescente. Son narraciones épicas. En sus obras está inserta la idea de resucitar. De volver para hacer justicia. Es como las películas western que empiezan con la matanza en una casa que termina ardiendo y como debajo de un carromato los ojos de un niño se impregnan del fuego. La siguiente escena es, transcurrido el tiempo, ese niño montado en caballo. Por cierto, es Clint Eastwood

P.-¿Su primer contacto con el Líbano?
R.- Le sorprenderá. Fue la canción The Lebanon de The Human League. Una reflexión sobre los horrores de la guerra y su impacto devastador en la vida cotidiana de las personas. La letra nos transporta a un escenario de conflicto, sin embargo, yo estaba anestesiado por el movimiento New Romantic y las salas de baile y tardé en comprender el mensaje. La canción comienza con una evocación nostálgica de tiempos más pacíficos, antes de la llegada de los soldados. La protagonista sueña con 1969. El segundo verso cambia de perspectiva y nos presenta a un soldado que se encuentra en el campo de batalla. Este soldado, que inicialmente pensaba que su misión sería mantener la paz, se enfrenta a la dura realidad de la guerra. La pregunta retórica ¿Quién habrá ganado cuando los soldados se hayan ido?

P.-¿Cómo fue la labor de documentación y el contacto directo con protagonistas reales de aquella etapa?
R.- Me ayudó mucho la obra del periodista Félix Rojas sobre Mohamed Jamil Derbah: Desde las orillas del Líbano a las costas de Tenerife. En ella radiografiaba un periplo vital y la que denominaba la verdadera historia de un emprendedor. Luego contacté con dos facciones libanesas en el sur los musulmanes chiíes y los cristianos maronitas. Comprendí que las verdades son a veces una cuestión de perspectiva. Aprendí en este periplo de la obra de Gibran Khalil Gibran y los versos reveladores en su obra El Profeta: No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche.

P.-Se dice que usted hace Pulp pop
R.- Mi obra no se rige por géneros. Un periodista que es una autentica eminencia en el sector cultural, Eduardo García Rojas, reseñó mi novela El sueño de Goslar en: “Cómo descuartizar en clave pop la novela negra criminal”. La cultura popular está impregnada en las páginas que escribo es solo traslación de lo inoculada que está en mi vida. Hace unas semanas un lector me comentó que en seis párrafos había leído cuatro referencias culturales y una receta de cocina. Me hizo reír, asentí y busqué esos párrafos que dicen así: “Doy gracias por haber tenido una infancia normal. Causas y azares, como ver el programa Informe Semanal los sábados por la tarde; oír la música de Silvio Rodríguez y Joan Báez en casetes; escuchar las charlas de mis tías sobre la Revolución de Castro; intentar engordar con el asado dominical en la azotea después de la misa de doce, acompañado de zanahorias, cebollas, papas, culpa, vergüenza y arrepentimiento. Luego el fútbol con José María García”.

P.-¿Actualmente hay censura en la cultura?
R.- Es constatable, hay censura hoy en día. Es más, existe una autocensura previa incluso de qué y cómo hablar y tratar los temas. Se lo escuché en recientes entrevistas a Antonio Banderas o Arturo Pérez Reverte. Es así. Estamos sometidos al poder de la crítica y el miedo a lo no políticamente correcto. El momento en que estamos viviendo es complejo. Como afirmaba Banderas la autocensura está penalizando la creatividad.

P.-¿Relato e historia? ¿Cuál es el enfoque de El eco de Cobain?
R.- Cuando he sondeado con diversos sectores la situación, les reconocí que en muchos aspectos desde dónde yo estaba no veía las cosas así. Y me contestaron que desde dónde yo estaba no podía ver las cosas. Y siento que tienen razón. Hay un fragmento en la novela que define muy bien la realidad: “Ethan, mi secretario me espera en el salón de la entrada de la casa. Los dos nos encomendamos a menudo al espíritu de Mary Poppins para salir de situaciones complicadas. Disfruto cuando imita a Julie Andrews y me dice: «Por favor, no intente nublar el tema con hechos”.

P.-¿Cómo comenzar a leer El eco de Cobain?
R.- Os dejo una pildorita: Yo debería estar muerto. ¿Estás listo para hacer lo que debes?





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