Novedad
ISBN 978-84-941489-0-3
312 Páginas
PVP 18€
INFORMACIÓN
DEL LIBRO:
Praga es más que una ciudad, un espacio mítico, seduce
con lentitud a través de los murmullos de sus piedras. En la
capital de Bohemia aún es posible encontrarse con el pasado,
con la historia. Se halla paseando por sus calles, al lado del río
Moldava, cruzando por alguno de sus dieciocho puentes. Praga es mucho
más que sus cafés o sus cervecerías, es una ciudad
para abandonarse, para entregarse al sabor de sus calles y plazas. El
lector lo comprobará en estos extraordinarios relatos.
Una deliciosa colección de textos de importantes autores clásicos
y de destacados nombres de la nueva narrativa, que nos muestra la magia
de esta ciudad. En Praga están grabados los grandes
ciclones de la historia reciente. La Europa dividida, la dominada por
uno u otro imperio, tuvo aquí uno de sus escenarios. Pero las
piedras sobreviven a las decepciones de la historia, como dijo el poeta
praguense Rainer María Rilke: "Es suficiente que a uno le
guste escuchar para que las iglesias y los palacios de Praga cuenten
las historias que saben; hablan por sí solos." En este libro
nos encontramos con Fouche en Praga, de Stefan Zweig, con la fantasía
de Jan Neruda, con el dolor de Kafka, con la actualidad de Monika Zgustova,
con las vivencias de Alois Jirásek, Karel ?apek, Gustav Meyrink,
Arkadiy Avérchenko o Apollinaire, entre otros. Praga nos invita
a percibirla, a intuirla, buscando las rutas kafkianas y otras, que
no son necesariamente las que nos ofrecen. Porque esta ciudad y la literatura,
son páginas e historias que se van construyendo.
En Praga nos encontramos con grandes clásicos,
como Stefan Zweig, Jan Neruda, Franz Kafka, Alois Jirásek, Karel
?apek, Gustav Meyrink, Arkadiy Avérchenko, Rainer María
Rilke o Apollinaire, entre otros. Y, como es habitual en M.A.R. Editor,
junto a los mejores escritores de los úl t imos dos c ientos
años , se unen destacados autores contemporáneos: Monika
Zgustova, Miguel Ángel de Rus, Pedro Antonio Curto, Elena Marqués,
Joan Llensa, Manuel Cortés Blanco, Sara García Perate,
Álvaro Díaz Escobedo, Juan Vivancos Antón, Francisco
José Peña, Cristina Ruberte París, José
Luis Ordóñez, Andrés Fornells, Charo Martínez,
Francisco José Segovia, Raquel Taranilla, Helga Martínez
Pallarés y Guillermo Sastre -que además es el autor de
la imagen de portada-. Pedro Antonio Curto es el autor del excelente
prólogo que nos acerca la magia praguense. La idea que mueve
a M.A.R. Editor ya ha quedado fijada en otras ocasiones: unir a los
clásicos de ayer con los que algún día serán
nuevos clásicos. Y en esta ocasión lo hace en homenaje
a una ciudad tan mágica como Praga.
• Yo viví una época compleja
y no puedo escribir sobre un fondo muy pacífico. Además,
yo creo que los tiempos que vivimos forman parte de la vida de las personas.
Sin la Primavera de Praga, yo no estaría ahora.
• La protagonista de mi novela se llama Silva y está inspirada
vagamente en el personaje de mi abuela, que nació en un castillo
a principios del siglo XX y murió en un barrio periférico
de Praga. Fue nieta del compositor checo Federico Smetana. Los destinos
de Silva son distintos a las de mi abuela y se basan en otras personas
que yo he conocido. Pero el marco de mi novela es real. El siglo XX
con todos sus cambios ha tenido una influencia grave, y muchas veces
las personas han tenido dificultades casi infernales para acostumbrarse
al nuevo sistema político, social y al nuevo marco social.
• En otoño del año pasado, al llegar a Praga, una
de las primeras cosas que percibí en mi ciudad natal fue una
gran cantidad de carteles con tres o cuatro azucarillos y una inscripción
que proclamaba "¡ya le amargaremos la golosina a Europa!".
Se trataba de una declaración de principios del partido gobernante,
el ODS, que, con la arrogancia que caracteriza a su fundador, el presidente
Václav Klaus, daba a conocer la actitud que tomaría al
asumir la presidencia de la Unión Europea. La sociedad checa
aceptó ese desdén sin entusiasmo, pero no por ello expresó
su desacuerdo.
• La caída del Muro fue un momento muy feliz, pero después
se estableció un capitalismo salvaje sin precedentes y la gente
empezó a sufrir el doble porque perdió los puntos de referencia
que tenía en la dictadura. Los únicos que ganaron fueron
los oportunistas, los que se cambiaron de bando al día siguiente.
• ¿Por qué los checos, en vez de sentirse halagados
por su protagonismo en la política internacional -derivado de
su presidencia de la Unión Europea-, un protagonismo como nunca
han tenido ni tal vez vuelvan a tener, se muestran en su conjunto indiferentes
y escépticos?
¿Cuándo una ciudad se convierte
en un lugar mítico? Supongo que es una confluencia de factores
y hechos históricos, también de la intrahistoria que va
dibujando los rincones de esa urbe. Uno de esos factores es su diferencia,
la peculiaridad con la que destaca entre la amplia geografía
de las ciudades. En una globalidad homogenizadora como la que vivimos,
donde las calles, edificios y hasta el mobiliario urbano, parecen repetirse
unos a otros, donde se puede tomar la misma "comida" en locales
bajo el reino de conocidas marcas multinacionales, en que sí
uno tuviese una amnesia parcial y repentina, tendría problemas
para saber donde se encuentra, la existencia de lo diferente, de una
ciudad con idiosincrasia propia, va perteneciendo ya, al rasgo de una
resistencia necesaria. Y sin duda, Praga es una de esas diferencias
que siguen brillando con luz propia.
La peculiaridad praguense es algo que se va percibiendo con lentitud,
igual que una seducción a través de los murmullos. Porque
el frenesí y la velocidad que inundan las grandes urbes (tampoco
Praga se ha librado del todo de ellas) impide esa serenidad, ese tiempo
necesario para alcanzar sin brújula un déjà vu,
donde vivir el momento. Y en la capital de Bohemia, aún es posible
encontrarlo. Se halla paseando por sus calles, al lado del río
Moldava, cruzando por alguno de sus dieciocho puentes, porque ríos
y puentes, se conforman en algunas urbes, como sus venas sanguíneas.
Y Praga es una ciudad para abandonarse, para entregarse al sabor de
sus calles y plazas. Así se descubren sus piedras y las piedras
de Praga tienen duende, envuelven y cautivan, han ido grabando las huellas
del tiempo en sus paredes, nos confiesan lo que ha pasado en sus calles,
y en el caso de Praga, están grabados los grandes ciclones de
la historia reciente. Por ejemplo podemos descubrir pequeñas
placas metálicas situadas aquí y allá, con un nombre,
de personas desaparecidas bajo la ocupación nazi, de los que
nunca más se supo, igual que si se hubiesen desvanecido. Forman
parte de los 80.000 judíos, víctimas, entre otros, de
ese yugo opresor, cuyo recuerdo permanece en la sinagoga de Pinkas.
Pero no es el único paseo por la historia reciente que le ha
tocado a la capital checa. La Europa dividida, la dominada por uno u
otro imperio, tuvo aquí uno de sus escenarios, vestido de primavera.
A los pocos meses que los estudiantes parisinos se rebelasen enarbolando
el poder de la utopía, en Praga los tanques soviéticos
sofocaban una pequeña rebelión nacional, precisamente,
tanques de una patria que naciese como idea utópica. En ese cruce
de paradojas históricas que fue el 68, el estudiante Jan Palach
se auto inmolaba en la Plaza Wenceslao, optando por la muerte ante la
incapacidad de detener la inmensa fuerza bruta del poder. Unos absurdos
de la historia, que serían un buen argumento para el más
conocido escritor que pariese la ciudad, curiosamente prohibido en esa
época. Pero las piedras sobreviven a las decepciones de la historia,
quizás se conviertan en testigos mudos, o es posible que no sean
silenciosas, que de alguna forma sepan hablar, pues como dijo el poeta
praguense Rainer María Rilke: "Es suficiente que a uno le
guste escuchar para que las iglesias y los palacios de Praga cuenten
las historias que saben; hablan por sí solos." Porque la
ciudad está ahí, pero necesita que alguien la pinte, la
cante, la fotografíe, se convierta en libro. La ciudad es inmortal,
a veces una inmortalidad con glorias y tragedias, con dificultades,
como Praga, pero necesita reposar entre las páginas de un libro,
porque la literatura ejerce como otro testigo, un testimonio que piensa,
que reflexiona, que cuenta, que inventa, que descubre, que sueña...
También está la que se padece, y así está
la que nos cuenta Fouche en Praga, de Stefan Zweig, ese escritor austriaco
que escogió Brasil para morir. Y así se han ido creando
diversas Pragas, porque toda ciudad que se precie, y más aún
un lugar mítico, siempre tiene muchos rostros, tantos, como miradas.
Es así como los sitios por los que paseamos nos pueden resultar
conocidos y familiares, aunque nunca hayamos estado en ellos. Pues Praga
es la ciudad del regreso. Eso puede suceder en el barrio de Malá
Strana, situado entre una ladera del Castillo y del omnipresente Moldava,
donde podemos buscar la taberna Stajnc, a la señora Babor, a
los vecinos de la calle Espuela, a sus funcionarios decadentes, a sus
estudiantes ansiosos... no los encontraremos porque no existen, aunque
pudieron ser. Ellos han habitado a finales del siglo XIX, entre las
páginas de un libro, Cuentos de Malá Strana, en el que
se crea un microcosmos de personajes y mundos que casi podemos tocar,
a pesar de que nos sean distantes en el tiempo. Unas magnificas historias
del escritor praguense Jan Neruda, ese a quien el bardo chileno plagiase
el apellido. Porque si algo ha tenido Praga es buenos cantores: Jaroslov
Hasek, Bohumil Hrabal, Milan Kundera, Vaclac Havel, entre otros. Ellos
la amaron, la adularon, fueron complacientes con la tierra que les vio
nacer, pero quien la colocó en el mapa, quien la reinventó
de alguna forma, fue alguien que la odió. Aunque también,
a su manera, la amase. Siempre trató de huir de ella (la madrecita
tiene garras, decía) pero solo lo consiguió al final de
su vida. Y quizás residiendo en ese Berlín en crisis,
a pesar de estar por fin con la mujer amada, pero enfermo de tuberculosis,
quizás evocase Praga, recordase sus paseos por la tarde, las
visitas al café Louvre, sus encuentros con la naturaleza en los
jardines Belvedere o las sesiones de teatro yiddish en el Café
Savoy. Porque Kafka es Praga y Praga es Kafka, aunque la suya fuese
una relación poblada de incomprensión y traiciones. Porque
él escribió en alemán, la lengua de los que luego
serían sus más feroces ocupantes. Pero también
fue un judío cuya vida transcurriese, como él mismo dijo,
en un limitado círculo geográfico de esa urbe. A pesar
que la ciudad apenas reconoció su obra. Porque la literatura,
determinada literatura, se ha escrito demasiadas veces, en los márgenes,
lejos de los grandes focos, que muy a menudo, iluminan mediocridad y
falsedad. Pues a pesar de todo eso, o quizás precisamente por
esa relación de amor-odio, uno de los principales autores que
ha construido la Praga literaria, es Franz Kafka. Aún cuando
en su obra hable poco de ella, y se la intuya, más que se la
vea reflejada o descrita.
Se abre esta antología sobre Praga con una de las autoras y traductoras
checas contemporáneas más destacadas, Monika Zgustova,
a quien, además de leer en el diario El País leemos en
sus novelas y en las traducciones que ha hecho de autores como Bohumil
Hrabal, Kundera, Vaclav Havel, Jaroslav Hasek y Jaroslav Seifert, entre
otros. Hay un bloque de autores clásicos que tuvieron a la ciudad
de Praga como inspiración. Son relatos llenos de vivencias de
autores como Alois Jirásek, Karel ?apek, Gustav Meyrink Arkadiy
Avérchenko, Jan Neruda, Rilke, Guillaume Apollinaire, Zweig y
el imprescindible Franz Kafka. Y, como es norma en M.A.R. Editor, junto
a los mejores escritores de los últimos doscientos años,
se unen autores contemporáneos que luchan por dar a conocer sus
obras y que aportan nuevas visiones sobre Praga y sobre el hecho creativo:
Miguel Angel de Rus, Elena Marqués, Joan Llensa, Manuel Cortés
Blanco, Sara García Perate, Alvaro Díaz Escobedo, Juan
Vivancos, Francisco J. Peña, Cristina Ruberte París, José
Luis Ordóñez, Andrés Fornells, Charo Martínez,
Celia Novis, Francisco José Segovia, Raquel Taranilla, Helga
Martínez Pallarés, Guillermo Sastre -que además
es el autor de la imagen de portada- y quien esto firma. La idea que
mueve a M.A.R. Editor ya ha quedado fijada en otras ocasiones; unir
a los clásicos de ayer con los que algún día serán
nuevos clásicos.
Praga nos invita a percibirla, a intuirla, buscando las rutas kafkianas
y otras, que no son necesariamente las que nos ofrecen. Porque esta
ciudad y la literatura, son páginas e historias que van construyendo,
esa ciudad literaria y real llamada Praga.
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